¿Pedos explosivos?

Supongo que muchos de ustedes habrán oido hablar de la combustión espontánea, ese supuesto fenómeno por el cual las personas pueden arder en llamas sin razón aparente, quedando reducidas a cenizas y sin poder apagar el fuego que, supuestamente, se ha originado en el interior de sus cuerpos. Si bien ha habido muchos casos registrados en la historia medianamente reciente de la humanidad, todos ellos bien “documentados” en los detalles del proceso de combustión y las aparentes razones y evidencias que sustentan al fenómeno, lo cierto es que, a menos que se demuestre lo contrario, la combustión espontánea es una patraña.

Como tantas otras patrañas en la Historia, muchos han querido darle base científica con el fin de que fuese creible, y como todas esas mismas veces, el supuesto cientifismo no pasa de palabrería adornada convenientemente. Normalmente, los detalles de los casos de combustión son difusos y poco creibles, y cuando se constata la falta de explicación plausible, se procede a afirmar la corrección de las explicaciones aún sin haber dado datos acerca de cómo surgió el fuego o como los cuerpos ardieron de tal forma.

No encontré pruebas que me hicieran abrir los ojos ante la evidencia de que tales hechos no son posibles. Ahora, si alguien me dice que tiene miedo de una combustión espontánea, le digo que apague bien la chimenea, las velas, no fume en la cama o que no haga la broma tonta de tirarse un pedillo de esos con un mechero delante...

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